miércoles, 16 de enero de 2008

Gran Hermano en Carlos Paz

Cuando los participantes de Gran Hermano dieron cuenta de que el éxito y la fama que la televisión les había regalado era efervescente buscaron una alternativa para mantener vivos esos quince minutos de fama. La alternativa fue unirse en una cooperativa, producir una obra de teatro y salir a vender su “acto de presencia” en cuanto boliche se topasen.



Signados por el destino, el bunker de la cooperativa es una casa que habitan hasta el máximo de su capacidad los nueve hermanitos que trabajan en ¡Cuidado que están los chicos! la obra que se presenta en los Holiday Cinemas y Teatro III (9 de Julio 53. Planta alta) de Villa Carlos Paz. Dentro de la casa reina el mismo espíritu y desorden que el país contempló por TV. Colchones, valijas, ropa y todo tipo de accesorios siembran el hogar. La heladera: casi vacía.

Ver que los roles asumidos en pantalla se reproducen con exactitud en esta suerte de casa de Gran Hermano sin cámaras, impresiona. Agustín, eterno parlanchín seduce desde el discurso a todo lo que se le enfrenta, incluida Floppy Tesouro. Juan (el cordobés) desparrama bondad, Griselda cuida a su hija sin desatender las obligaciones que todo mediático posee, Leandro es inquieto, ya sufrió varios puntos de sutura por confundir una piedra con un balón de fútbol y así y todo le pone pilas a todo y todos. Soledad Melli interrumpe cualquier actividad que la ocupa para prestarse al dialogo con una sonrisa. Nadia es inmutable, luego de varias horas regala algún que otro vocablo.

Cuando los rayos del sol bajan sus decibeles el grupo vuelve de sus horas de esparcimiento y se reorganiza. A las 20 una combi los lleva al teatro. El espacio de los camarines no es generoso y una vez más los chicos comparten la experiencia de cambiarse y producirse en las mismas cuatro paredes.

A esta altura ya no hay espacio para la timidez. Caracterizados de niños de seis años asaltan las tablas, el público heterogéneo contempla en silencio, hay madres niños, jóvenes y algún que otro curioso. Al final la obra es más seria de lo que esperaban. Una hora después, los aplausos marcan el final.

Es sábado y no hay tiempo para cenar, sólo desmaquillarse y prepararse para encarar una turma de adolescentes en la matiné de la famosa disco de la pirámide. Ya en camarines del boliche un poco de champagne y alguna bebida energizante rehidratan los ánimos. El conductor de turno anuncia al suceso televisivo y Leandro con su pata que gotea una sustancia roja de su herida sale disparado. De a uno suben a escena, bailan y juegan con la gente. Los celulares con cámara no dan respiro, estallan una y otra vez sobre los rostros de los chicos.

Es el fin de una jornada laboral y mientras algunos manifiestan con fuerza su necesidad de alimentarse, otros planean una segunda vuelta nocturna. Más allá de los deseos individuales es claro que todos terminarán en el mismo hogar, más felices o más cansados pero con la satisfacción de que esta vez sí se han ganado el cobre trabajando.

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